jueves, 2 de septiembre de 2010

Mi cuento / Akui we tripantu



AUKI WE TRIPANTU
(Llegó el nuevo año)


La noche del 23 de Junio del año 2012, horas antes del solsticio de invierno, Andrés Mora Paillamán caminaba firme por la Alameda rumbo al Cerro Santa Lucía, a la celebración anual del Wetripantu que se suele realizar año tras año en la terraza del antiguo Cerro Huelen. Una mezcla de sentimientos antagónicos le merodeaba el pecho. Y era de esperar de alguien como él, desconfiado al máximo de cada cambio que la vida le presentara. Ello lo aprendió desde niño, cuando se dio cuenta, aun en medio de su inocencia, de las burlas solapadas que causaba en sus compañeros de colegio su apellido materno. El “Mora Paillamán Andrés” de la famosa lista de asistencia jamás dejó de atormentarlo y nunca tuvo carácter ni para obviar las bromas, ni para enfrentarlas. Con los años y no sin algo de vergüenza por su parte, optó por evitarlas; de este modo, amparado en el “Mora” logró sortear sin sobresaltos la enseñanza superior relegando a un tercer y cuarto puesto el apellido materno hasta conseguir que quedara en el olvido.
La verdad es que muchas veces se sintió tentado de devolverle su importancia e involucrarse más a fondo en la problemática que solía envolver el día a día de los pueblos originarios, pero los ojos claros de Bernardita, su esposa y el cabello rubio de sus dos hijas se lo impidieron. No fuera a ser que...
Hoy, a sus 47 años y con sus hijas en la universidad, el destino le jugaba una vuelta de tuerca: Alicia, la menor, contrariamente a lo esperado había descubierto por sí sola la cultura de sus ancestros, y se encontraba fascinada y orgullosa a la vez de portar, aunque distante, el apellido de la abuela paterna.
- Son otros tiempos papá – le dijo la tarde que lo enfrentó. Yo no quiero ni tengo que actuar como tú. ¿Acaso no te das cuenta cómo han cambiado las cosas? Atina papá; ya pasamos de sobra el Bicentenario.
Él, más ceñudo que de costumbre, solía refunfuñar frente a esto.
- Los cambios – decía –son de los dientes para afuera. Todo ese folclorismo cínico que se ha puesto de moda no es más que una excusa para disimular los problemas de fondo, la discriminación encubierta y el abuso milenario contra nosotros, los pueblos diferentes. Por eso mismo fue que yo...
- ¿Yo qué papá? ¿Quieres decir que por eso te negaste tanto tiempo? Y la abuela, ¿no pensaste en cómo se sentía ella?
- Tu abuela nunca tuvo queja de mí, al contrario, mientras vivió siempre me puso como ejemplo de perseverancia y superación.
Cada vez que la discusión llegaba a un punto parecido, Alicia lo miraba tristemente y luego se daba la vuelta y comenzaba a cantar bajito. Tatareaba algo suave y rítmico, algo heredado del quimün (conocimiento) que habla del canelo, del newen y de todo lo que Wün fucha (Dios, creador) le ha dado a su pueblo para cuidar y mantener con la condición de que tomen sólo lo que es necesario. Su voz y la lengua milenaria hacían que Andrés retrocediera en el tiempo, tan así, que le parecía estar oliendo el seno de su madre.
¿Cuántas veces se había repetido entre ellos esta escena u otra parecida?
Exactamente, Andrés no lo sabía, pero le habían parecido incontables hasta que este año, recién pasada la barrera temporal del Bicentenario, los legisladores, atizados por el clamor cada vez más amplio de los ciudadanos responsables del país, se dieron maña en aprobar nuevas reformas en distintos campos que, sin lugar a dudas, hacían pensar que de una vez por todas el Respeto y la Igualdad dejarían de ser un par de bonitos vocablos al capricho del orador más capaz.
- Ahora es distinto - le explicó una vez más Alicia -, ahora no se trata de que sea algo decretado nada más que por ley. Hoy, la ciudadanía lo pide porque lo siente, y lo siente así, porque han escarbado hondo, mucho más hondo que yo lo hice para reencontrarse con sus orígenes y encararlos sin vergüenza con el propósito de aceptarse y potenciarse mutuamente.
Aquella tarde, ella lo había abrazado emocionada y luego había partido corriendo a celebrar por las calles.
Andrés había dudado, lo admitía sin pudores. Había dudado y mucho. Dudo en conversarlo con su mujer, dudo en preguntar sobre aquello en su entorno y hasta dudó de las noticias de la TV y de los diarios de distintas tendencias que se exhibían en los aparadores. Mas, no fue capaz de resistirse a la invitación de Alicia, la que abarcó a todos los integrantes de la familia:
- Atención familia: esta noche los espero a todos en la Alameda para la celebración del Wetripantu. ¡Año nuevo mamá! Si, sé que no entiendes mucho, pero quiero pedirles que esperemos juntos el momento en que la noche camina de regreso dando paso a un nuevo ciclo de vida. Es muy bello y simbólico todo aquello y estoy segura que les va a gustar... y sobre todo, sé que a la abuela Marta esté donde esté, le va a encantar.
Todavía sorprendido con la actitud complaciente del resto de la familia, Andrés caminaba a esta hora a la cita enterrando el último de sus temores: la reacción de su mujer. ¿Acaso había sido necesario tanto silencio y desconfianza de parte de él?
No podía asegurarlo, pero a medida que avanzaba, el relajo de la gente, su risa alegre y las actitudes confiadas de las personas que seguían su norte le hizo creer que tal vez, sólo tal vez, había exagerado un poco, corriendo el riesgo de borrar de su existencia la memoria de su pueblo. Hoy, pensó, es tiempo de echar pie atrás. Nunca es tarde para ello si se tienen claras las cosas. ¿Claras? Andrés echó a reír sin ningún tapujo en medio de la calle. Le parecía tan raro que después de una vida de represión interna, fuese a dejar todo atrás de una manera tan fácil. Seguramente, él estaba bendito esta noche especial y sólo de pensar en el nuevo amanecer y en su espíritu renovado y limpio le hizo apurar más el tranco. Pudo distinguir varios conocidos e incluso algunos amigos de juventud durante la subida a la terraza.
- No puede ser... ¡miren quien viene allí! ¿No es “el Mora”?
- Nada de que “el Mora” – interrumpió él, amable pero muy seguro –. Me llamo Andrés Mora Paillamán -. Y haciendo honor a su nombre, continuó, tranquilo, a las alturas.






Seudónimo: Cóndor Tranquilo

5 comentarios:

  1. nuevamente felicitaciones por ese reconocimiento
    un logro que se apunta a tu carrera

    un cuento que posee los ingredientes necesarios para que en la mesa se saboree sin apuro

    besitos de luz
    feliz fin de semana

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  2. me gusto!! nos vemos el martes!!

    cariños

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  3. Gracias Amanda por tus generosas palabras hacia mi poesia y mi persona. Muchas felicidades para esta semana y mas logros y exitos en tu vida.

    LiLith (seudonimo)
    elizabeth

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  4. Estimada Amanda, mañana estaré con usted.
    Saludos.

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  5. CAMINOS

    Amanda Amanda, te me caes de las letras y andas buscando arco iris o anillos concéntricos, ases de luces y hasta galaxias en páginas en blanco, te escondes de los silencios y saltas de estante en estante, a veces los libros te son arrogantes, luego creces en las letras.
    Te encuentro en las letras. Desde ahí te miro, andas jugueteando entre las vocales, tropiesas con las palabras; los acentos y las caperuzas de las 'ñ' te hacen un guiño y yo digo ¿Dónde estás? Quizás en todo eso y más. Estas para el que quiera leerte, para el que sepa leerte, para el que se deje descubrir... otros caminos.

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